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LEÓN KRAUZE: "NADIE SE ARREPIENTE DE SER VALIENTE" (PRIMERA PARTE)
Por: Eduardo Venegas
León Krauze
Fotografía: León Krauze y The White House

A bordo de su auto, recorriendo una carretera rumbo a Los Ángeles, León Krauze (Distrito Federal, 1975) se dirige a casa. Es un sábado por la tarde y vuelve de un torneo de futbol disputado por el mayor de sus tres hijos. El periodista mexicano radicado en Estados Unidos platicó con nosotros durante más de una hora, en una conversación sin filtros que deja ver con contundencia dos cosas: su compromiso con el periodismo y la convicción absoluta de hablar sin importar a quien puedan incomodarle los hechos que exhibe, se trate de una legión de trolles en Twitter o del presidente de México. “Nadie se arrepiente de ser valiente”, asegura este León que vigila los dos lados de la frontera.

Ya que vienes de un torneo de futbol, dime, León, ¿qué significa para ti el paso de César Luis Menotti por la selección mexicana?

Bueno, el principio de mi carrera. Toda vocación periodística nace de un momento de indignación. Para mí la indignación partió del despido injustificado y lamentable del Flaco Menotti de la dirección técnica de la selección mexicana. Cuando eso sucedió, yo era un joven de 17 años que amaba el futbol con pasión, que se había dedicado a estudiar y aprender la historia futbolística desde mucho antes; es una anécdota futbolera, pero para mí el despido fue indignante y me llevó a escribir un texto criticando la decisión; un par de periodistas cercanos leyeron el texto y me recomendaron con la redacción de El Norte, donde juzgaron que era un texto oportuno y me abrieron las puertas para empezar a escribir pequeñas cosas y aprender de ellos. De eso hace ya 26 años.

 

¿Ahí nació entonces tu vocación periodística?

Te diría que el rumbo vocacional nace con aquel momento de Menotti, pero mi amor por el oficio del periodista, del hombre que pregunta, que indaga, que trata de entender, viene de mucho antes; yo siempre cargaba conmigo una grabadora que tenía mi padre y me la pasaba entrevistando a mis familiares, a mis amigos, desde muy chico. Así que siempre lo traje.

 

El apellido puede abrir o cerrar puertas; en tu caso, ¿qué ha significado el apellido Krauze?

Me ayudó a comenzar mi carrera, no me cabe la menor duda, pero una vez que el apellido abre una puerta, uno tiene la obligación de demostrar con creces que merece esa oportunidad; en muchos casos, mucho más que quien recibe una oportunidad por otras razones. La sospecha de que uno la recibe como un favor a tus padres es comprensible, pero en el fondo es también injusta. He luchado con ella desde el esfuerzo y desde el trabajo, desde mi adolescencia. Es un arma de doble filo.

 

¿Qué papel jugó José Cárdenas en tu paso del periodismo deportivo al político?

Muy importante. Yo era uno de sus analistas de deportes; el 11 de septiembre de 1998, Pepe me recibió en la cabina como lo hacía con frecuencia y le dije: “Lástima que no podamos hablar del 25 aniversario del golpe de estado en Chile, porque lo conozco muy bien; crecí sabiendo de Allende, detestando a Pinochet, resintiendo la injerencia estadounidense…”. Me volteó a ver y al regresar del corte comercial, dijo: “Hoy León Krauze se retira del análisis deportivo y comienza como analista de política internacional”, y me preguntó: “León, ¿qué pasó en Chile hace 25 años?”.

 

¿Cómo te cayó ese envión?

Fue una inyección de adrenalina inmediata. Nunca dejaré de ser un periodista deportivo, de apreciar a mis compañeros del gremio y de estar enamorado de esos temas, pero tenía la intención de ampliar mis horizontes, de probarme en otros temas, en otros tonos, y que Pepe lo haya visto como lo vio, me emocionaba entonces y me emociona ahora al recordarlo.

 

¿Cómo han sido estos más de seis años viviendo en Estados Unidos con tu familia?

Llegamos siendo tres y hoy somos cinco; en ese sentido han sido años muy venturosos, de descubrir vínculos profundos con los míos, porque la soledad que implica emigrar fortalece los nexos familiares. Por otro lado, la distancia es muy difícil; estar lejos de mi puñado de grandes amigos, de mi madre, mi padre, mi hermano, mi sobrina, mi cuñada… no es fácil. Pero nadie se arrepiente de ser valiente y yo no me he arrepentido. El otro lado es el proceso de aprendizaje como periodista, valorando el esfuerzo y la valentía de quienes son mucho más valientes que yo, que son los inmigrantes hispanos a este país. Ha sido una aventura periodística extraordinaria que me ha hecho, quiero pensar, mejor periodista, pero sobre todo mejor persona.

 

Hablando de la soledad de emigrar, ¿cómo nació La Mesa?

Desde chico me he sentido cerca de la experiencia del inmigrante, la decisión dramática de dejar la tierra original para buscar una tierra adoptiva; mi propia familia emigró a México -yo apenas soy la segunda generación de Krauze nacidos en el país-. Con los años, decidí que eso jugaría una parte medular de mí como periodista. Vivir en Nueva York en la maestría y estar cerca de la comunidad latina allá, ayudó a consolidar esa parte de mi vocación; así que busqué oportunidades para escribir sobre el tema. Cuando llegó la oportunidad de trabajar en Univisión - en Los Ángeles, que considero la gran ciudad hispana de Estados Unidos-, me di cuenta que la cadena va más allá del periodismo y es una suerte de faro de la comunidad; así que decidí que mi labor sería contar la historia de la comunidad desde las voces y las experiencias de la propia gente.

 

¿El formato cómo lo decidiste?

Se me ocurrió comprar una mesa circular, pequeñita, para estar cerca de los entrevistados; quitarme corbatas, maquillaje, dejar en casa la pluma, el cuaderno, sentarme en esa mesa e invitar a la gente a contarme su vida. De eso hace casi un lustro. Han pasado por La Mesa cientos y cientos de personas, y ha sido la experiencia más extraordinaria de mi carrera periodística.

La Mesa de León Krauze

PASAPORTE

Nombre: León Rodrigo Krauze Turrent

Fecha y lugar de nacimiento:

4 de enero de 1975, Ciudad de México

Ocupación: Periodista, escritor y conductor.

Es llamativo, considerando que has entrevistado al hombre más poderoso del mundo. ¿Cómo es sentarse a platicar con el Presidente de Estados Unidos?

Cuando es Barack Obama es más sencillo, imagino, que con otros. La respuesta merece dos partes. Como ser humano, la experiencia de conversar con Obama fue tan cómoda que le dije Sir, que es respetuoso, pero no es Mister President, que es como uno tiene que referirse al presidente de Estados Unidos. El hombre transmite una comodidad contagiosa. En lo periodístico, fue un gran reto, más porque tenía sólo siete minutos para entrevistarlo. Obama habla muy pausado… más o menos… así [imita el ritmo del ex presidente] y la presión del tiempo era muy grande; le preguntas algo al presidente de Estados Unidos y atrás hay un tipo enseñándote con los dedos: “Cuatro minutos… tres… dos…”. Al final tuve la suerte de preguntarle algo sobre México: acababan de detener al Z40, le pedí su opinión sobre eso y la respuesta se volvió nota de ocho columnas en México. Me fui francamente feliz, porque como periodista conseguí una nota y tuve la experiencia de algunos minutos de diálogo con un ser humano que considero excepcional, más allá de la política; creo que Obama es, por ejemplo, mejor escritor que presidente, y eso lo iremos viendo en los siguientes años.

 

Hablaste de “suerte” en una pregunta. ¿Qué papel juega la suerte en nuestras vidas?

Más bien tuve el tino, porque en periodismo, cuando se trata de una entrevista, la suerte no existe; una entrevista es una batalla, un enfrentamiento casi pugilístico en el que gana el que está mejor preparado; y yo tenía muy clara la regla número uno del periodismo: si tú entrevistas a una figura pública y no obtienes una nota, fracasaste. Así de sencillo. Tuve el buen tino de prepararme; que la detención del Z40 hubiera ocurrido unas horas antes, puede que se lo deba a la fortuna, pero no el sumar eso a la conversación. En otros ámbitos del periodismo, por supuesto que cuenta. Estar presente en un momento donde ocurre un breaking news, una nota de última hora, eso ciertamente tiene que ver con la suerte. Pero creo que, sobre todo, hay que estar muy bien preparado, estudiar con mucha profundidad y así es como puede uno tener una carrera exitosa en este oficio apasionante, pero también tan complicado.

 

Vuelvo a Obama. Su charla con David Letterman en My Next Guest Needs No Introduction, más que enfrentamiento pugilístico, es una charla entre amigos. ¿Qué sensación te deja?

Una envidia muy profunda, mano [risas]. Es el tipo de charla que disfruto más. El enfrentamiento pugilístico es muy divertido, es de adrenalina, como subirte al cuadrilátero y casi a veces con el mismo tiempo de un round, tres minutos; pero cuando he podido sentarme más de 50 minutos con, por ejemplo, Miguel Bosé, Andrés Manuel López Obrador, Javier Hernández, Jorge Ramos, Demián Bichir, Alejandro González Iñárritu… esas charlas largas, largas, largas en las que uno hurga no tanto en la carrera, sino en la condición humana del interlocutor, uy… es auténticamente extraordinario, también para los entrevistados, porque surgen preguntas que nadie les hace y esas son las experiencias más hermosas, cuando descubres la condición humana. Así que me da mucha envidia lo que hace Letterman, porque es lo que quisiera uno hacer. ¡Qué lujo de proyecto!

León Krauze y Barack Obama

Esa clase de pláticas tienes con gente sin luminarias, pero que se sienta a La Mesa.

Absolutamente. Esa sensación reveladora, de estar frente a un ser humano que abre sus entretelas, que se descubre frente a otro que está preguntándole sobre su vida, es la que tengo cada vez que estoy en La Mesa, gracias a que la gente ha sido lo suficientemente noble y generosa como para contarme su vida a mí y a la gente que está viendo la entrevista. De verdad es muy conmovedor.

 

Hay una sombra obscura, tenebrosa, que sobrevuela hoy esa mesa. ¿Cómo pasó Estados Unidos de un tipo como Barack Obama a otro como Donald Trump?

Estados Unidos tiene dos lados desde su fundación. Uno es la identidad que sabe el valor profundo y la importancia central de las distintas comunidades inmigrantes para la formación del mosaico que es Estados Unidos. Este país fue construido y sigue siendo construido por, para y desde la experiencia de los inmigrantes. Ese lado virtuoso es el que eligió a Barack Obama; no podemos olvidar que así como hoy el mundo ve a Estados Unidos diciendo “¿Cómo es que eligieron a Trump?”, también -y por eso tu pregunta es tan buena- es el primer país del primer mundo que elige a un hombre afroamericano para ser su presidente. El otro lado de la identidad estadounidense es el nativismo; si recorres la historia, hay pulsiones nativistas que rechazaban a católicos, franceses, italianos, chinos, japoneses, ¡a los alemanes en el siglo XIX, incluida la familia de Donald Trump!... y ahora le ha tocado a los hispanos. Es una dualidad que uno podría pensar que es esquizofrénica, pero supongo que también hay algo de natural en esta suerte de backlash cíclico. Precisamente porque es cíclico estoy convencido de que este país va a superarlo como ha superado otros ataques de pánico nativista.

 

¿Cómo viviste la noche en que Trump ganó las elecciones?

Con mucha tristeza. Uno quisiera que esa parte de la identidad estadounidense nunca llegara al sitio donde ha llegado; porque una cosa es haya una cara nativista y otra, verla en la presidencia de Estados Unidos. En otro sentido, me llenó de ánimo, porque me di cuenta que no había tiempo que perder, periodísticamente hablando. Era fundamental comenzar a reaccionar con mucha fuerza frente a la agenda nativista, contando las historias de la gente con absoluta claridad, explicando lo que ocurre. Creo que como periodistas hispanos es algo que debemos hacer, pero desde el periodismo, no desde la opinión, que son dos cosas distintas. También ejercer el periodismo para exigirle una rendición de cuentas constante a un gobierno que entraba cargando la sombra de una posible injerencia de un gobierno extranjero para conseguir la consolidación en el poder. Había mucho por hacer y eso inmediatamente como periodista me prendió el proverbial foco.

 

Hablando de la diferencia entre opinión y periodismo, he leído que citas a veces a Daniel Moreno: “Ante la duda, haz periodismo”.

Si uno quiere exigirle rendición de cuentas a los poderosos -una de las labores centrales del periodismo-, la manera de hacerlo no es a través de la opinión, sino del periodismo, del proceso de reportaje. Ir a buscar la nota, descubrir lo que algunos no quieren que se descubra; dice una famosa frase de George Orwell: “Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques; todo lo demás son relaciones públicas”. Nunca un gobierno ha caído después de que alguien publicó una opinión; en cambio, podemos pensar en varios gobiernos que han caído o han tenido que rendir cuentas después de trabajos exhaustivos de reportaje. En tiempos como estos, la respuesta para los periodistas no está en el activismo o en la opinión, sino en ejercer el más humilde, laborioso, complicado oficio, que es el de reportero. A eso me refiero cuando hago referencia a esa frase de Daniel.

"Una entrevista es una batalla, un enfrentamiento casi pugilístico en el que gana el que está mejor preparado"

Las redes sociales son un foro para hablar con cientos, miles o millones de personas. Eso se ha confundido con el periodismo. ¿Qué opinión tienes de esto?

Soy un creyente absoluto en el poder y el valor de las redes sociales como herramienta de comunicación, pero en la vida existen los expertos; para analizar este o aquel tema, para contextualizar y dar valía a esta o aquella información. Es decir: no, no todos son periodistas. Los grandes comediantes que se dedican a hacer programas de sátira política, suman al debate, pero no son periodistas. Y si eso no es periodismo, tampoco lo que se hace en redes sociales. Si uno tiene un dolor en el vientre, no va a preguntar en redes sociales qué puede ser: va con el médico. Hay un libro fantástico, The death of expertise, de Tom Nichols, sobre el riesgo que implica esa sospecha frente a la figura del experto. Una de las grandes deudas de las redes sociales es reconocer que no todos sabemos igual de todo, que aunque todos podamos comunicarnos, hay gente que sabe más de esto o aquello que el universo de las redes y que eso no implica disminuir la importancia de la red.

 

¿Qué tan importantes fueron las redes sociales en la elección de Donald Trump?

Creo que Facebook tuvo un papel. El proceso de análisis del papel de las redes sociales en la política mundial, ha comenzado en Estados Unidos; lo ha puesto en el escenario gente extraordinaria como Franklin Foer con su libro World without mind, que analiza el impacto del mundo digital en la salud democrática en el planeta. Es un debate urgente. No porque sea un foro libre y admirable en muchos sentidos, debe estar exento de la responsabilidad que tiene en la construcción de la democracia y del debate público; todo lo contrario, precisamente por el extraordinario poder de las redes sociales, debería tomarse en serio su responsabilidad en la construcción del mundo actual, del mundo futuro y del debate público. No por nada la fundación que ha comenzado el ex presidente Obama tiene como misión casi principal recuperar la calidad del debate público en Estados Unidos.

 

Cierro este capítulo preguntándote: ¿cómo ha cambiado la vida en Estados Unidos para la comunidad latina tras un año de Donald Trump en la presidencia?

Han aumentado el temor, la incertidumbre, la angustia... la gente tiene poca confianza de ejercer su libertad; no te puedo decir la cantidad de personas de la comunidad hispana que he escuchado decir que ya no van al cine, que van de la casa al trabajo o la escuela y de vuelta, porque les da miedo vivir en libertad. Se sienten -yo creo que en muchos casos de manera justificada- presos, perseguidos, amenazados. Eso es un producto directo de las medidas anti-inmigrantes del actual gobierno de Estados Unidos.

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